Edición Marzo 2025

El brutalismo en la mira, así puedes incorporarlo en tus espacios

Uno de los movimientos arquitectónicos más polarizantes de la historia continúa despertando pasiones y debates entre expertos y aficionados por igual. Este estilo, caracterizado por su estética cruda y su enfoque en la funcionalidad ha encontrado un nuevo impulso en la cultura contemporánea, gracias a su reciente aparición en la película nominada al Oscar: The Brutalist.

Pero, ¿qué es lo que hace que este estilo, a menudo asociado con la austeridad y la monumentalidad, siga siendo relevante en el siglo XXI?

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El brutalismo ha sido tan celebrado como criticado a lo largo de las décadas. Aunque rara vez se encuentra en el paisaje urbano cotidiano, su presencia es inconfundible en las grandes ciudades o en el cine, donde ha servido como escenario para narrativas visualmente impactantes.

Ahora, con la atención renovada gracias a la película del director estadounidense Brady Corbet, este estilo vuelve a captar el interés global.

Lejos de ser un capricho estético, el brutalismo encarna una filosofía de diseño minimalista y utilitaria. Alejado de los acabados lujosos y la ornamentación superflua. La propuesta alcanzó su auge entre las décadas de 1950 y 1970, cuando su apariencia sólida y funcional lo convirtió en la opción preferida para infraestructuras gubernamentales y residenciales.

Hoy, figuras como el arquitecto japonés Tadao Ando—premio Pritzker y creador de residencias para personalidades como Beyoncé y Kim Kardashian—reinterpretan el brutalismo con una visión más elegante y sofisticada.

 

Caracterizado por el uso de materiales en su estado más puro, como el hormigón y el ladrillo, el brutalismo se distingue por su monumentalidad y su estética geométrica.

No existe un molde fijo, pues algunas estructuras apuestan por formas abstractas que desafían la percepción convencional del espacio, mientras que otras priorizan la funcionalidad con volúmenes masivos y líneas depuradas.

Sus raíces se encuentran en la filosofía comunitaria del siglo XX, cuando se utilizó para proyectos de vivienda social a gran escala.

Si bien el brutalismo hunde sus bases en el trabajo del modernista Le Corbusier—especialmente en su icónica Unité d’Habitation en Marsella—, fue en la posguerra cuando alcanzó su mayor auge.

Durante las décadas de 1940 y 1950, ciudades en reconstrucción, particularmente en el Reino Unido, adoptaron este estilo para levantar edificios funcionales con materiales asequibles. Su expansión se extendió por Europa, EE.UU. y otras regiones, hasta que su popularidad disminuyó en los años 70.

No obstante dejó una huella indeleble en la arquitectura residencial y comercial. Arquitectos como Marcel Breuer, quien transitó entre la Bauhaus y el brutalismo, diseñaron conjuntos habitacionales en Connecticut y Massachusetts que siguen siendo referentes del estilo.

 

 

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Así pues, esta corriente no responde a una filosofía formal, pero está profundamente ligada a la “honestidad” arquitectónica. A diferencia del modernismo más ornamental, el brutalismo reduce su lenguaje visual a lo esencial, enfatizando la solidez y la durabilidad.

Aunque fue rechazado en décadas pasadas por su supuesta frialdad y su asociación con la arquitectura institucional, hoy vive un resurgimiento en proyectos contemporáneos que lo reinterpretan con una visión más refinada.

 

Cómo implementar el brutalismo en el hogar

 

Lejos de ser un estilo frío y austero, el brutalismo en el hogar puede convertirse en una forma de conectar con la esencia de los materiales y la armonía del entorno. Esta arquitectura apuesta por la sencillez y la autenticidad, eliminando lo superfluo sin renunciar al confort y la elegancia.

Ahora, ¿cómo podemos llevar este concepto a nuestros espacios? Aquí lo explicamos en tres principios claves:

El brutalismo no impone la arquitectura sobre el paisaje, sino que busca que ambas se refuercen mutuamente. Por ejemplo, una casa elevada sobre una meseta flotante minimiza su impacto en el terreno. La ausencia de una fachada tradicional y el uso de grandes ventanales permiten que la naturaleza forme parte del interior, logrando una sensación de apertura sin perder privacidad.

 

 

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Una de las características esenciales del brutalismo es el uso honesto de los materiales. Por ejemplo, las paredes de hormigón sin revestir pueden combinarse con madera para aportar calidez y equilibrio visual. La eliminación de elementos decorativos innecesarios resalta la belleza de las texturas y enfatiza la funcionalidad del diseño.

El mobiliario en un hogar brutalista debe ser cuidadosamente seleccionado para complementar la arquitectura sin sobrecargar los espacios. Diseñadores como Charles y Ray Eames, Harry Bertoia y Hans Wegner han creado piezas atemporales que encajan de forma natural en este tipo de ambientes.

Dicho esto, queda claro que el brutalismo es una corriente arquitectónica en constante evolución. Su búsqueda de espacios bien pensados y equilibrados puede ser la clave para un hogar sereno y atemporal.

Redacción: Editorial Audi

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