Edición Noviembre 2024

Mont Saint-Michel, la maravilla con más de mil años de historia

Ubicada en las costas de Francia, las entrañas de esta isla se cuentan historias increíbles y otras inconfesables, como si fuera una estatua suspendida entre mareas, con relatos de asedios y rezos milenarios. El tiempo ha sido su aliado más que su enemigo, mientras las aguas que rozan sus cimientos y el paisaje que la rodea la convierten en un destino imperdible.

Bienvenidos a este viaje, donde el susurro del pasado habla al oído y los muros te ofrecen fragmentos de historia, seduciéndote y cautivándote en cada paso.

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El misterio eterno tiene una dirección conocida: la costa de Francia. Desde 1979, cuando la UNESCO le otorgó el título de Patrimonio de la Humanidad, el Mont Saint-Michel ha brillado como una joya arquitectónica que ha tejido su relato a lo largo de más de mil años.

Este islote, que apenas se extiende a lo largo de cuatro kilómetros cuadrados en la costa noroeste de Francia, es un vestigio que da fe de la majestuosidad de su abadía.

Este emblemático refugio ha abrazado diversas historias: desde sus inicios como un modesto monasterio benedictino en el siglo VIII, se ha erigido como un majestuoso centro de peregrinación en la Edad Media y, en tiempos de guerra, se convirtió en una fortaleza que resistió los asedios de la Guerra de los Cien Años.

La rica y variada arquitectura gótica de Mont Saint-Michel narra las páginas de su historia, que, tras un siglo de restauraciones, vuelve a resplandecer con la luminosidad del siglo XXI.

 

En 2023, Mont Saint-Michel celebró su milenario, atrayendo a cerca de dos millones de visitantes anualmente, ávidos de explorar sus impresionantes estructuras.

La abadía, que se alza con gracia en la cima del monte, se compone de majestuosos elementos como el claustro anglonormando del siglo XIII y la imponente iglesia abacial. Estos espacios están entrelazados por criptas y un scriptorium donde los monjes, con su pluma sagrada, dieron vida a exquisitas obras literarias cristianas.

La bahía que abraza a Mont Saint-Michel es un escenario de maravillas naturales, donde las mareas más grandes de Europa ofrecen un espectáculo sobrecogedor.

 

En ciertos días, cuando el caudal de la marea supera sus propios límites, el islote se convierte en una isla fugaz, sumergido por las aguas que lo rodean, un fenómeno que lo deja sin acceso al continente y regala vistas inolvidables.

Para este fin, los miradores como la Roche Torin y el nuevo puente pasarela ofrecen perspectivas únicas para contemplar este fenómeno natural en su esplendor.

El acceso a Mont Saint-Michel es cómodo; los aparcamientos se encuentran a solo 2.5 kilómetros. Los visitantes pueden optar por medios de transporte gratuitos o disfrutar de un paseo de 30 minutos por un puente que se funde armónicamente con el paisaje.

 

También existe la encantadora “navette hippomobile“, que facilita la llegada al islote, asegurando que la experiencia comience desde el primer paso.

Las obras de restauración, que culminaron en 2015, han devuelto a Mont Saint-Michel su carácter marítimo, asegurando que este icónico destino siga siendo un punto de atracción y un símbolo de la rica herencia cultural y arquitectónica de Francia.

Este monumento no solo invita a la contemplación de su pasado glorioso, sino que promete un futuro lleno de exploraciones fascinantes y admiración desbordante.

Redacción: Editorial Audi

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